La importancia de Bartolomé Cairasco de Figueroa (Las Palmas de Gran Canaria, 1538-1610) en la historia cultural del Archipiélago es extraordinaria. Su figura ha llegado hasta nuestros días algo difuminada tras el paso de casi medio milenio. Sí, nos suena su nombre, pero ¿sabemos quién fue realmente? ¿Conocemos su obra? ¿Tenemos conciencia de su importancia?
Bartolomé Cairasco es el primer poeta y dramaturgo que nace en las islas, por lo que estamos ante el fundador de la literatura canaria. Su obra trascendió lo local y su ingenio lírico llegó a ser reconocido como uno de los más imaginativos de todo el Siglo de Oro español. Fue el principal introductor de la cultura renacentista en Canarias y la hizo avanzar con paso firme hacia el esplendor del Barroco. Como humanista cultivó la poesía, el teatro y la música. Ejerció como sacerdote, teólogo, secretario del Cabildo catedral, soldado, mediador en la guerra y dinamizador cultural en la floreciente sociedad de Las Palmas del último cuarto del siglo XVI.
Bautizado el 8 de octubre de 1538, Bartolomé era descendiente por vía paterna de un rico comerciante genovés nacido en Niza, cuando esta ciudad estaba bajo la influencia de Génova, venido a la isla atraído por el próspero negocio del azúcar; y por la materna, de la primera generación de canarias nacidas tras la Conquista. La bonanza económica de la familia permitió al joven Bartolomé, segundo hermano de once, poder estudiar letras, teología y posiblemente música, primero en Sevilla y luego en Portugal. Tras ser ordenado sacerdote, volvió a viajar fuera de las islas, se supone que esta vez estuvo en Italia, empapándose de las ricas corrientes culturales del Cinquecento. En 1569, con treinta años, vuelve a Las Palmas donde se instala definitivamente.
La obra de Bartolomé de Cairasco que conocemos (mucha se ha perdido, lamentablemente) se caracteriza, como renacentista que fue, por la combinación entre la exaltación de los impulsos naturales, los mitos clásicos, la historia aborigen de las islas y la pureza de la fe, aspecto este último distintivo de la Contrarreforma. Su afán por la novedad, por el gusto y la sorpresa, fue constante, como se transmite en sus versos esdrújulos y sus octavas reales. Escribió ocho piezas de autos: cuatro dedicadas a la llegada de los nuevos obispos a la sede de Las Palmas; una pieza jocosa Entremés para una farsa, de la que poco se sabe al estar perdida; las otras dos son Tragedia y martirio de Santa Catalina de Alejandría y Tragedia de Santa Susana; la octava es el auto sacramental Comedia del Alma. Pero sus trabajos más ambiciosos son su Gofredo famoso, traducción en verso del célebre poema de Torcuato Tasso Jerusalemme liberata, en la que incluye de su pluma cuarenta y dos octavas reales relativas al Archipiélago que constituyen una especie de historia mítica de Canarias; y el monumental Templo Militante, enorme poema en cuatro tomos sobre la devoción, la piedad y la vida de santos.
Cairasco de Figueroa fue también un músico notable, autor de chanzonetas, cantor y organista de la catedral. En 1580 fundó en su propia casa de Triana la primera tertulia literaria de Canarias, la Academia del Jardín, dedicada a Apolo Délfico. Fueron asiduos sus amigos Torriani, Alonso de Espinosa, Abreu Galindo, Antonio de Viana, Silvestre de Balboa, etc.
En 1595 nuestro personaje colaboró activamente en la defensa victoriosa de Gran Canaria contra la armada inglesa de Francis Drake, y cuatro años más tarde ejerció como mediador durante la invasión holandesa de Pieter van der Does.
En el final de sus días el literato canario se esforzó en que su obra fuera publicada en la Península, al carecer las islas de imprenta. Desgraciadamente su empeño se vio dificultado por la distancia entre Canarias y los principales centros de la vida intelectual española. Tras la edición de alguna de sus obras, autores contemporáneos le llegaron a tributar elogios. Figuras de la talla de Cervantes, Lope de Vega o Góngora, dejaron claro que el poeta canario fue todo un referente innovador.
Cairasco falleció en su casa de Las Palmas el 12 de octubre de 1610; contaba 72 años de edad. Fue sepultado delante del altar de la capilla de Santa Catalina de la Catedral.
Acompáñanos a seguir las huellas, algo difuminadas en la actualidad, que este pionero de las letras canarias dejó en la capital que lo vio nacer hace casi quinientos años. Para ello, sólo tienes que acceder a los siguientes enlaces: